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miércoles, 12 de enero de 2011

Venía alegre desde NY a encontrarse con su amada y la encontró muerta en el Darío Contreras





Por Julio Benzant /
Santo Domingo Este
. Luís Méndez, es un dominicano que se la jugó; él se fue a trabajar a los Estados Unidos en busca de un mejor futuro para su mujer y su hija que dejo empobrecidas en un poblado llamado la Placenta de Azua, al sur del país.
Este lunes, él regresaba cargado de alegría, su mujer, su hija y sus hermanos lo iban a recibir al aeropuerto de Internacional de  Las Américas (AILA).
Luís salió desde el aeropuerto John F. Kennedy, en Nueva York.

Gina Flores, su mujer, su hija de ocho años y sus hermanos Wilkin Antonio y Juan José, iban por tierra, desde Azua hacia el AILA.
Gabriel Antonio Ramírez, le servia de chofer, en la todoterreno Honda CRV, color gris, placa G056300.
“Ve mas al paso, por favor Antonio”, le dijo Wilkin, mientras este llevaba una botella con alcohol a la boca.
Cuando ya habían llegado a la ciudad, el conductor tomó rumbo hacia la avenida España, entrando por Villa Duarte.
Justo en la curva frente a la base naval de San Souci, el vehículo fue a parar a un cocotero.
Luís estaba casi llegando al AILA, cargado de sonrisa, pues vería a su mujer, su hija y sus hermanos que irían a recogerlo.
Transeúntes sacaron a los accidentados, pero Gina, la mujer de Luís ya era cadáver.
Antonio, el conductor, solo tenía rasguños. Una patrulla de Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET), lo arresto.
Los agentes de la AMET, aseguraban que el conductor esta tan ebrio que no podía mantenerse en pie.
Los demás, fueron llevados en ambulancia al hospital Doctor Darío Contreras.
Los hermanos de Luís tenían las piernas rotas y traumas en la cabeza.
Su mujer Gina, fue depositada en la morgue del hospital, con la masa encefálica brotada de su cabeza.
Luís llegó al aeropuerto, y su rostro le cambió.
Fue informado que sus familiares habían sufrido un accidente camino a recogerlo.
En menos de una hora, estaba llegando a la emergencia del hospital Darío Contreras.
Allí vio a sus hermanos y su hija, en camilla por separados.
El dolor le brotaba por todos lados.
Todo el que estaba en hospital, se sumaba al dolor que embarga aquel hombre, como si estuvieran padeciendo en carne propia su padecer.
Buscaba a Gina, y uno que le consolaba le dijo:  “Se fuerte para que pueda verla”.
Caminaba ayudado del hombre que lo consolaba y llegaron hasta la morgue del hospital.
Entro y en su interior brotaron los llantos de dolor de un hombre que venía cargado de alegría y la tragedia cambio su rostro.
Se sentó en las afuera de la morgue y mientras lloraba, con sus dos manos trataba de sujetar su cabeza, pues no comprendía como podía haberle cambiado su vida en tan poco tiempo.

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