Por Ramón Colombo
Todo niño antaño soñaba ser El Llanero Solitario; lucir su uniforme, antifaz y sombrero vaquero; montar su caballo y tener un revólver para imponerles la ley a los villanos, todo lo cual se lograba con algo de imaginación, un palo de escoba, un revólver de mitos y un “inglés” que siempre concluía en el imperativo “catimani ahí” que te hacía sentir como aquel héroe de la pradera. (Este domingo, Miguelito por fin logró lo que no pudo alcanzar en su infancia: protagonizar la vaquerada de la tanda matinée. Por eso lo felicito).
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